Siglo XVI

Hay que remontarse a la primera mitad del siglo XVI para situar la aparición de la Hermandad de la Santa Vera-Cruz de Olivares, que estuvo muy vinculada, desde el principio, a la fundación del propio pueblo por el primer Conde de Olivares, don Pedro de Guzmán y Zúñiga que no era nacido en Sevilla, pero era sevillano de derecho ya que aquí vivió durante mucho tiempo. Fue alcaide de los Reales Alcázares y Atarazanas, y a este pueblo, capital de su Condado trajo el Noble, uniéndolas, las tradiciones religiosas más arraigadas en todo el Reino de Sevilla en aquella época: la devoción a la Santísima Virgen, bajo la advocación de la Antigua y la fundación de la Hermandad de la Santa Vera-Cruz a la que perteneció.

La primera sede de la Hermandad fue la Iglesia de Santa María del Álamo, y tomó el nombre de “Cofradía de la Santa Vera-Cruz y Preciosa Sangre de Jesucristo”. La Bula que el Papa Paulo III concedió en 1536 a todas las Cofradías existentes bajo la advocación de la Vera-Cruz, tuvo gran importancia porque se concedían  trascendentales gracias e indulgencias a todas las personas, hombres y mujeres, que asistían con luz o penitencia acompañando al Crucifijo en la procesión.

Las primeras Reglas de la Hermandad de la Santa Vera-Cruz de Olivares datan del año de su fundación, 1552, y se ampliaron en 1596. La Cofradía realizaba la Estación de Penitencia en la noche del Jueves Santo en honor de las Cinco Llagas de Nuestro Señor Jesucristo en torno a sendas cruces de hierro forjado que aún permanecen en las entradas del pueblo.

Hay que remontarse a la primera mitad del siglo XVI para situar la aparición de la Hermandad de la Santa Vera-Cruz de Olivares, que estuvo muy vinculada, desde el principio, a la fundación del propio pueblo por el primer Conde de Olivares, don Pedro de Guzmán y Zúñiga que no era nacido en Sevilla, pero era sevillano de derecho ya que aquí vivió durante mucho tiempo. Fue alcaide de los Reales Alcázares y Atarazanas, y a este pueblo, capital de su Condado trajo el Noble, uniéndolas, las tradiciones religiosas más arraigadas en todo el Reino de Sevilla en aquella época: la devoción a la Santísima Virgen, bajo la advocación de la Antigua y la fundación de la Hermandad de la Santa Vera-Cruz a la que perteneció.

La primera sede de la Hermandad fue la Iglesia de Santa María del Álamo, y tomó el nombre de “Cofradía de la Santa Vera-Cruz y Preciosa Sangre de Jesucristo”. La Bula que el Papa Paulo III concedió en 1536 a todas las Cofradías existentes bajo la advocación de la Vera-Cruz, tuvo gran importancia porque se concedían  trascendentales gracias e indulgencias a todas las personas, hombres y mujeres, que asistían con luz o penitencia acompañando al Crucifijo en la procesión.

Las primeras Reglas de la Hermandad de la Santa Vera-Cruz de Olivares datan del año de su fundación, 1552, y se ampliaron en 1596. La Cofradía realizaba la Estación de Penitencia en la noche del Jueves Santo en honor de las Cinco Llagas de Nuestro Señor Jesucristo en torno a sendas cruces de hierro forjado que aún permanecen en las entradas del pueblo.

Nuestra Hermandad, según se desprende de sus antiguas Reglas, penitenciaba de la siguiente forma:

  • Abría el Cortejo el Mayordomo, oficial de la Cofradía, quien portaba una insignia con una cruz roja, e iba acompañado por cuatro hermanos con túnicas negras portando hachones de brasero alto que se encendían para alumbrar con llamas.
  • Le seguían dos filas paralelas de “Hermanos de Sangre” o penitentes con sus disciplinas.
  • Entre los Hermanos de Sangre, cada cuatro, cinco o seis, iba un “Hermano de Luz”, lo que entenderíamos hoy por un nazareno con cirio.
  • Al final de la procesión, aparecía un gran “Crucifijo grande”, que no podía ser llevado por un lego sino portado por un eclesiástico, acompañado por clérigos y cuatro hermanos con hachones y túnicas negras.
  • El Crucifijo era portado por un clérigo, tras el que procesionaban los devotos.

Nuestra Hermandad, según se desprende de sus antiguas Reglas, penitenciaba de la siguiente forma:

  • Abría el Cortejo el Mayordomo, oficial de la Cofradía, quien portaba una insignia con una cruz roja, e iba acompañado por cuatro hermanos con túnicas negras portando hachones de brasero alto que se encendían para alumbrar con llamas.
  • Le seguían dos filas paralelas de “Hermanos de Sangre” o penitentes con sus disciplinas.
  • Entre los Hermanos de Sangre, cada cuatro, cinco o seis, iba un “Hermano de Luz”, lo que entenderíamos hoy por un nazareno con cirio.
  • Al final de la procesión, aparecía un gran “Crucifijo grande”, que no podía ser llevado por un lego sino portado por un eclesiástico, acompañado por clérigos y cuatro hermanos con hachones y túnicas negras.
  • El Crucifijo era portado por un clérigo, tras el que procesionaban los devotos.

Ya entonces la procesión llevaba música de cantores, “los mejores que haya en el pueblo o se hallaren; y además vaya una trompeta que vaya tocando de dolor”. Y existían los diputados de tramo: “y para ponerlos en orden, y esforzar a los Hermanos, vayan cuatro Cofrades, los que los Mayordomos gusten, y eligieren, para gobernar y regir la Procesión, con sus banderas y bastones verdes en las manos con sus túnicas como los que van alumbrando”.

En 1560, ocho años más tarde de su fundación, en un terreno donado por la esposa de don Pedro, doña Francisca de Ribera, próximo a la Iglesia de Santa María del Álamo, la Cofradía construye un pequeño Hospital que pondrá bajo la advocación de Nuestra Señora de la Antigua y allí, a partir de entonces, se estableció definitivamente la Capilla de la Hermandad.

Ya entonces la procesión llevaba música de cantores, “los mejores que haya en el pueblo o se hallaren; y además vaya una trompeta que vaya tocando de dolor”. Y existían los diputados de tramo: “y para ponerlos en orden, y esforzar a los Hermanos, vayan cuatro Cofrades, los que los Mayordomos gusten, y eligieren, para gobernar y regir la Procesión, con sus banderas y bastones verdes en las manos con sus túnicas como los que van alumbrando”.

En 1560, ocho años más tarde de su fundación, en un terreno donado por la esposa de don Pedro, doña Francisca de Ribera, próximo a la Iglesia de Santa María del Álamo, la Cofradía construye un pequeño Hospital que pondrá bajo la advocación de Nuestra Señora de la Antigua y allí, a partir de entonces, se estableció definitivamente la Capilla de la Hermandad.